Cada vez que abras una ventana y pongas un pie
fuera, cuando estés asentada en la repisa y mires atrás, veas el fuego
abrasador que te persigue, alguien desde abajo te gritará: “¡No tengas miedo!
¡Salta!”.
Más te valdría que te quemara el fuego entera, porque cuando alcances
el suelo no habrá nada para detener la caída. Y tus sesos quedarán esparcidos
por el asfalto, todo el mundo preguntará: “¿Pero por qué demonios saltó? ¿Acaso
no vio que no había nada abajo esperándola?”.
Sin embargo, siempre nos parece
oír esa voz, clara y nítida, y nos da miedo el fuego que hay en la mirada de
los que están arriba, gritando, es como un infierno y parece que nos quiera
arrasar, ¿verdad? Y oímos esa voz, y la creemos. “¡Salta”, y saltamos. ¿Y
sabéis lo que pienso? Una vez más, que mejor quedarse y arder, que caer y
partirse en mil pedazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario